Pueblos muertos II (Sacedoncillo, Guadalajara)


La España Vaciada  es un término que está muy en boga hoy en día. Pero es un proceso que lleva ya instalado desde incluso antes del desarrollismo de los años sesenta. Se dice que hay zonas donde la densidad de población es incluso menor que la existente en la  tundra finlandesa. Una de estas zonas es la provincia de Guadalajara, que aun estando muy cerca de Madrid, es posible encontrar zonas despobladas, donde la única señal de civilización son los aviones que se dirigen al extrañamente cercano aeropuerto de Barajas. Pero esto no siempre fue así: Aunque se tratara de zonas de pocos recursos, bien es cierto que la economía rural en zonas del interior de la península estaba ligada a la mera subsistencia, tratándose en muchos casos de la pertenencia de unas cuantas cabezas de ganado, algunas pequeñas tierras de labor o el empleo como jornalero en fincas latifundistas.
En el caso de Sacedoncillo, antiguamente Sacedón de la Sierra, (Tamajón, Guadalajara) su despoblamiento no se debe a la mera migración del desarrollismo de los años 50 y 60; pues,  en este caso, quedó sin habitantes justo después del final de la Guerra Civil. No obstante, nunca fue más allá de una aldea. A finales del siglo XVI sólo había una veintena de habitantes y a principios del XIX, unos sesenta parroquianos. Durante la Guerra Civil (1936-1939) Sacedoncillo quedó situado en el frente, y aunque afortunadamente hubo pocas bajas, motivó su evacuación por parte del bando nacional, siendo sus habitantes alojados en el vecino Tamajón.
Uno podría pensar que la destrucción generalizada del despoblado se debiera a esta circunstancia. A continuación, un destacamento del mismo bando vencedor se alojó en una casa del pueblo y el resto se dice que fue bombardeado, no por otro motivo que el de servir de prácticas de tiro. De aquellos obuses que presuntamente se usaron contra las viviendas queda aún el que sirve de caño de una cercana fuente.  Pero tal vez no fuera artillería pesada lo que destruyó la aldea, sino el propio abandono, pues se sabe que algunos de sus antiguos habitantes volvieron y que incluso el sacerdote Andrés Pérez Arribas  dio misa en la iglesia de esta localidad allá por 1949. Este cura rural, se trasladaba, bien a  pie primero y luego a caballo, por los distintos poblados de la zona y que igualmente ahora, están abandonados: Jocar, Fraguas y también Sacedoncillo,. 
Pero aquel tímido resurgir quedó en nada y lo que no hizo la Guerra lo culminó la emigración a zonas más prosperas y toda esta zona quedo como vivero de repoblación del Icona. Esa es la razón de los cercanos pinares que vemos por los alrededores.
Del pueblo, apenas queda nada, salvo la disposición de las distintas edificaciones y por ende, del trazado de las calles, más bien estrechas, que nos permiten observar su primitivo trazado. Algunas de estas callejuelas son intransitables debido a la cantidad de piedras procedentes de las casas, siendo necesario el bordearlas. En cuanto a las viviendas, en algunos casos se observan los marcos, con sus vigas de madera, de ventanas y puertas. De éstas siempre nos sorprende la escasa altura de las mismas que debe corresponderse de la igualmente baja estatura de nuestros, no muy lejanos, antepasados. Más abajo está el arroyo, del mismo nombre que el pueblo, con los restos de un antiguo puente en el camino que lleva a Muriel y la ya mencionada fuente de la Teta. Tal vez, el edificio más reseñable sea la antigua iglesia, donde se puede ver aun los restos del pórtico de entrada y sobre una de sus paredes que aún sigue en pie,  una ventana de estilo románico.
Toda la zona, incluyendo Tamajón y su alternativa "Ciudad Encantada" de la que hablaré algún día y la espléndida postal de la laguna del mismo nombre con la sierra nevada de Ayllón al fondo, es muy ideal para recorrer mediante rutas de senderismo y como complemento de la "Ruta de los Pueblos Negros de Guadalajara"  (por sus tejados de pizarra ). Toda esta zona se puede visitar desde Madrid como una posible escapada de un día.

 



















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