El perro de Goya (Madrid, España)
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| Detalle del mural de la calle Caramuel, 36 basado en perro semihundido de Goya/ Fuente: Museo del Prado |
El perro o Perro semihundido o el Perro de Goya son los nombres que recibe una de las 14 llamadas Pinturas Negras que decoraban la Quinta del Sordo. El cuadro que actualmente se muestra en el Museo del Prado en Madrid nos muestra la cabeza de un perro que emerge entre dos zonas claramente delimitadas: Un plano inclinado marrón y un cielo ocre. La obra, austera en sí misma, podríamos incluirla en el movimiento minimalista en la que Goya tambien habría sido un precursor. Algunos autores la ubican en el entorno del surrealismo, la abstracción o incluso el expresionismo. Pero todas estas corrientes artísticas son propias del siglo XX y las Pinturas Negras fueron realizadas a principios del siglo XIX. Existen un sinfín de interpretaciones de este extraño trabajo: ¿Muestra el desanimo del autor hacía una España oscura a través de un pobre perro que se ahoga y en la que todo parece ponerse cuesta arriba? ¿El perro representa el débíl hilo entre la vida y la muerte? ¿Qué es lo que mira el perro fuera de nuestro campo de visión?
Tal vez este minimalismo de Perro semihundido sea debido a las circunstancias. En un estudio realizado en 2010 a partir de las fotos del inventario realizado por Jean Laurent (1816-1886) justo antes de ser arrancadas las Pinturas Negras y luego trasladadas al Museo del Prado, se observa en una fotografía de 1874 y a la derecha del cuadro, lo que aparenta ser un roquedal (a mí, más bien me parece un tronco seco) y por encima, unos pájaros revoloteando. El perro parece observar esas aves. Incluso puede atisbarse una parte del lomo del animal. Por la disposición de las figuras pudiera deducirse que el perro está escondido (¿detrás de otro tronco caído?) esperando la oportunidad de atrapar alguno de estos pájaros. Si así fuera, la perspectiva sería fallida; puesto que en un primer plano tendríamos el tronco o plano inclinado, detrás el perro y en último lugar, ya en un tercer plano; el árbol seco y los pájaros. Quizás a Goya no le gustó la composición y ocultó todos estos detalles, dejando la obra tal y como la conocemos ahora. Pero cuesta creer que la intención de Goya se limitara a tan simple composición. Sobre todo teniendo en cuenta el contexto de las restantes pinturas que decoraban las paredes de la Quinta del Sordo en la que la simple imagen de un perrito mirando unos pájaros pareciera estar fuera de lugar... Ciertamente, las llamadas Pinturas Negras, que hoy podemos admirar en el Museo del Prado, son un compendio de las peores pesadillas. Una mirada al infierno en la que un pobre animal hundiéndose en el fango es el menor de los horrores.
Prefiero quedarme, en su austeridad, con la obra actual. Y eso mismo ha debido apreciar el autor del mural que ocupa toda la fachada de un edificio de ocho plantas en la calle Caramuel 36 del madrileño barrio de Puerta del Ángel. Junto al gran mural hay otras representaciones goyescas: Una de su primera época, El Quitasol, pintado en 1777 que por sus brillantes colores es la antítesis de las pinturas negras y también el autorretrato de 1799, aguafuerte de la serie Los Caprichos en el que Goya aparece de perfil y con un sombrero de copa. La existencia de este mural aquí tiene una explicación: Muy cerca se hallaba la famosa Quinta del Sordo; una casa situada en aquel entonces a las afueras de Madrid. En una de sus paredes estaba este perro que parece hundirse en una ciénaga. Aquí el genial pintor aragonés decoró las paredes con las mas extrañas y tenebrosas pinturas de la historia del arte. Como comentaba anteriormente Perro semihundido es quizás la menos perturbadora de aquellas negras representaciones que le acompañaban por la noche. Pero ésto es otra historia que merecerá ser contada con más detalle.
Tal vez este minimalismo de Perro semihundido sea debido a las circunstancias. En un estudio realizado en 2010 a partir de las fotos del inventario realizado por Jean Laurent (1816-1886) justo antes de ser arrancadas las Pinturas Negras y luego trasladadas al Museo del Prado, se observa en una fotografía de 1874 y a la derecha del cuadro, lo que aparenta ser un roquedal (a mí, más bien me parece un tronco seco) y por encima, unos pájaros revoloteando. El perro parece observar esas aves. Incluso puede atisbarse una parte del lomo del animal. Por la disposición de las figuras pudiera deducirse que el perro está escondido (¿detrás de otro tronco caído?) esperando la oportunidad de atrapar alguno de estos pájaros. Si así fuera, la perspectiva sería fallida; puesto que en un primer plano tendríamos el tronco o plano inclinado, detrás el perro y en último lugar, ya en un tercer plano; el árbol seco y los pájaros. Quizás a Goya no le gustó la composición y ocultó todos estos detalles, dejando la obra tal y como la conocemos ahora. Pero cuesta creer que la intención de Goya se limitara a tan simple composición. Sobre todo teniendo en cuenta el contexto de las restantes pinturas que decoraban las paredes de la Quinta del Sordo en la que la simple imagen de un perrito mirando unos pájaros pareciera estar fuera de lugar... Ciertamente, las llamadas Pinturas Negras, que hoy podemos admirar en el Museo del Prado, son un compendio de las peores pesadillas. Una mirada al infierno en la que un pobre animal hundiéndose en el fango es el menor de los horrores.
Prefiero quedarme, en su austeridad, con la obra actual. Y eso mismo ha debido apreciar el autor del mural que ocupa toda la fachada de un edificio de ocho plantas en la calle Caramuel 36 del madrileño barrio de Puerta del Ángel. Junto al gran mural hay otras representaciones goyescas: Una de su primera época, El Quitasol, pintado en 1777 que por sus brillantes colores es la antítesis de las pinturas negras y también el autorretrato de 1799, aguafuerte de la serie Los Caprichos en el que Goya aparece de perfil y con un sombrero de copa. La existencia de este mural aquí tiene una explicación: Muy cerca se hallaba la famosa Quinta del Sordo; una casa situada en aquel entonces a las afueras de Madrid. En una de sus paredes estaba este perro que parece hundirse en una ciénaga. Aquí el genial pintor aragonés decoró las paredes con las mas extrañas y tenebrosas pinturas de la historia del arte. Como comentaba anteriormente Perro semihundido es quizás la menos perturbadora de aquellas negras representaciones que le acompañaban por la noche. Pero ésto es otra historia que merecerá ser contada con más detalle.
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| mural de la calle Caramuel, 36 |
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| Detalle de Perro Semihundido |
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| Información acerca del cuadro original |
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| En el edificio nos encontramos otras reproducciones goyescas como El Parasol |
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| Autorretrato de Francisco de Goya, también reproducido junto al mural principal |
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