Ilustres paisanos: El increible Perro Paco (Madrid, España)
Este pasado mes de enero de 2023, coincidiendo con las fiestas de San Antón cuando el párroco de la iglesia homónima bendice a los animales, mascotas esencialmente, que los fieles llevan para ser bendecidos por el párroco de esta singular iglesia que ya conocemos, mediante una tradicional ceremonia que cada vez tiene más adeptos, el Ayuntamiento de Madrid ha rendido un merecido tributo a un insospechado habitante de la ciudad cuyo recuerdo inspiró libros, versos y canciones populares. Se trataba de un simple perro, un pobre chucho callejero, de color negro y de raza indefinida; pero que dejó honda huella en el pasado de los madrileños. Ahora, este castizo animal ha sido inmortalizado en una estatua de bronce ubicada en una de esas calles que frecuentaba en sus correrías.
El perro Paco se hizo famoso por frecuentar cafés, teatros, corridas de toros y otros eventos a los que asistía la sociedad madrileña del siglo XIX. Todo empezó un 4 de octubre de 1879 en el que, quizás acuciado por el hambre, Paco acudió al desaparecido Café de Fornos, situado en la céntrica calle de Alcalá donde el inteligente perro acudía a representar su repertorio de cabriolas y piruetas en busca de alguna de las sobras de comida que le pudieran ofrecer los clientes. Fue en este lugar donde conoció a Gonzalo de Saavedra y Cueto, marqués de Bogaraya, que con el tiempo llegaría a ser Alcalde de Madrid. Éste le arrojó un trozo de carne asada, un apetitoso bocado para el hambriento animal. Este, de la misma manera que sus remotos antepasados, aquellos primeros lobos que tuvieron el valor y la inteligencia de acercarse a la hoguera donde los primitivos humanos comían y les arrojaban los restos de las presas que cazaban; el perrillo callejero se convirtió en compañero inseparable del noble. Don Gonzalo le dio el nombre de “Paco”, por ser la fiesta de San Francisco de Asís. Desde entonces, en compañía del marqués o de manera individual, todas las puertas del Madrid más distinguido y de sus círculos intelectuales se le abrieron al perro Paco que visitaba también otros distinguidos Cafés como el Suizo, situado enfrente del Fornos, además de otros restaurantes de alto copete. Paco también asistía a obras de teatro en las que cuando el can intuía que la representación no gustaba, comenzaba a representar su desagrado mediante gruñidos. Esa era la señal en la que el público comenzaba a abuchear, silbar y patear; todo ello acompañado con los incesantes ladridos de aquel canino "crítico teatral". Al contrario, cuando le gustaba una obra, solía sentarse en el pasillo, inmóvil entre los asientos e incluso asintiendo con la cabeza, según aseguraban algunos. Pero era el mundo taurino el que más gustaba al perro Paco. En las corridas de toros de la desaparecida Plaza de Toros de Goya, se le veía observar los lances con gran interés, pero supuestamente, cuando los toreros no eran hábiles y su "sentido crítico" no estaba en consonancia con el espectáculo, saltaba al ruedo para enfrentarse a los astados, lo que hacía las delicias del público. En ocasiones sus "faenas" estuvieron a punto de costarle algún disgusto, como la que se cuenta en este recorte del número 987 del periódico La Información del 25 de mayo de 1882: "El conocido perro «Paco» bajó al redondel
después del tercer pinchazo y al ir á dar un
quiebro en la misma cabeza del cornúpeto fue
cogido y volteado dos veces, sin consecuencias" Sin embargo, como suele decirse: "tanto va el cántaro a la fuente ..." que en una de esas ocasiones, ese mismo verano de 1882, su afición taurina tuvo consecuencias fatales para Paco. En sus quiebros por la arena, hizo caer al mediocre torero Pepe el Galápagos y éste, enfurecido y avergonzado, clavó con rabia su estoque entre las costillas del popular can, acabando con su vida en ese mismo momento. Poco faltó para que Pepe el Galápagos no terminara siendo linchado allí mismo por los asistentes que consideraban al perro Paco como uno más de ellos. El cadáver del animal fue embalsamado, siendo expuesto durante un tiempo en una taberna madrileña, tras lo cual se decidió que fuera enterrado en un lugar desconocido del parque de El Retiro.
Ahora, el perro más famoso de Madrid ha vuelto para quedarse para siempre en este merecido homenaje realizado por el escultor Rodrigo Romero. Junto a las patas del animal se puede leer la inscripción: "Al perro Paco: perro castizo y único de la historia local de Madrid, amigo de escritores, artistas y personalidades de finales del siglo XIX"
Gonzalo de Saavedra y Cueto, Marques de Bogaraya, padrino de Paco, el perro (Fuente Wikipedia. Dominio Público) |
Foto de principios de siglo del Café Fornos frecuentado por el Perro Paco (Fuente Wikipedia. Dominio Público) |
(Fuente: Biblioteca Digital de Castilla y León. Creative Commons)
Polka humorística dedicada al Perro Paco en la prensa de la época (Fuente B.N.E. Creative Commons) |
El perro Paco según la interpretación del escultor Rodrigo Romero. |
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