Necrópolis de Puig de Molins (Ibiza, España)

La ciudad de Ibiza (o Eivissa) fue fundada en el siglo VII a.C. por los fenicios, a los que sucedieron los cartagineses que hicieron de la isla su base de operaciones para la conquista de la antigua Hispania. Ambos tenían la costumbre de enterrar a sus muertos en lugares separados pero no demasiado alejados de sus asentamientos. Así, mientras la ciudad de los vivos estaba situada en la colina amurallada que hoy conocemos como Dalt Vila, en la cercana colina del Puig des Molins, situada a unos500 metros, albergaba la ciudad de los muertos. El conjunto de Puig de Molins está formado por la propia necrópolis y el edificio dedicado a museo en el mismo yacimiento, donde se exponen los objetos (a menudo ofrendas) que allí han sido encotrados. Aunque el número de tumbas se estima en más de 3.000, hoy en día sólo 340 son accesibles desde el exterior; sin embargo, la gran mayoría han sido absorbidas por el crecimiento de la ciudad, extendiéndose hasta la calle Aragón. Muchas de ellas son de época púnica aunque también las hay romanas y musulmanas. La característica general que caracteriza estos enterramientos es su tallado en la piedra caliza, pero también hay varios nichos, y observamos que todo el espacio abierto fuera del museo está completamente lleno de hipogeos y pozos. Uno de estos es el llamado “Hipogeo de la Mula”, así llamado al ser descubierto cuando el suelo se derrumbó por el peso de una mula. 

Desde la Antigüedad hasta tiempos recientes, muchas de estas tumbas fueron saqueadas por ladrones de tumbas que perforaron las paredes internas de muchas cámaras para entrar en las adyacentes. Buscaron tesoros (joyas u oro) incluidos entre las ofrendas a los dioses, descartando o destruyendo otro tipo de "tesoros" menos apreciados de tipo histórico o artístico. Para proteger ese patrimonio se promovió la construcción del Museo Monográfico Puig de Molins en tiempos de la Segunda República, concretamente en 1935. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil española interrumpió las obras y no fue hasta 1968 cuando fue inaugurado definitivamente. Es difícil resumir la gran colección de objetos arqueológicos de tipo funerario que aquí se encuentran. Baste señalar la gran variedad de amuletos que acompañan al difunto en el más allá, los aryballos o ampollas para aceite perfumado, lámparas, cajas para cosméticos, todo tipo de cerámica, incluido ese tipo de embarcación que albergaba el cuerpo de un niño; cántaros para ritos de libación, monedas (incluido el óbolo de Caronte en época romana), huevos de avestruz decorados, vajillas para banquetes funerarios, piezas de juego y otros objetos vinculados a la protección de los difuntos. Pero quizás las piezas más importantes expuestas en el museo sean las figuras de terracota de los dioses fenicios y púnicos: Bes, que dio su nombre a Ibiza (ibošim, “Dedicado a Bes”), Astarté y especialmente Tanit, la diosa de la tierra cuyo busto es el icono más representativo del Museo. Tanto la necrópolis como el museo están incluidos en la lista del Patrimonio de la Humanidad desde 1999.



















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