La Cárcel de la Corona (Madrid, España)

 


Tratando de evitar la palabra "castizo", sin duda Lavapiés es quizás el barrio que resume el alma de lo que era Madrid. No se trata del Madrid más antiguo de callejuelas de reminiscencias moras, ni tampoco el de los Austrias con sus nobles casonas, ni siquiera el de los palacios y avenidas de los Borbones. Este es el Madrid  de los manolos, manolas y verbenas, de olor a gallinejas y orines en las esquinas, de los bajos fondos de peligrosas calles, sobre todo al caer la noche en las que tipos de grandes patillas portaban igualmente grandes navajas de Albacete en el cinto que acudían a de tabernas de mala muerte donde se bebía vino recio de Navalcarnero y donde acechaban las busconas con sus mantones de Manila. Quizás este retrato un tanto estereotipado corresponda más al ambiente del siglo XIX, pero doscientos años antes, Madrid acababa en las inmediaciones de la plaza de Tirso de Molina y en este barrio entonces periférico y marginal se levantaba, y aun se levanta, una austera casona  del siglo XVII en el que actualmente se ubica un Centro de Día del Ayuntamiento de Madrid para personas mayores.   Al modo manchego, las habitaciones se distribuyen en torno a un patio tradicional castellano donde el edificio se sostiene sobre aun sobre vigas de madera. Las proporciones no son muy amplias pero quizás suficientes para el fin buscado. Debajo del patio hay un sótano que es lo que nos interesa de este lugar y del que hablaremos más tarde.  

 Pero antes no podemos dejar de lado el hecho que el nombre  que alude a una cabeza de la calle donde se ubica esta casa en el número 14, tiene un origen entre curioso, macabro y sobrenatural. La leyenda nos cuenta que en ella tenía su casa un miembro del clero rico. Su avieso sirviente pensó que el cura no sabía divertirse y lo asesinó para quedarse con su oro, decapitando el cuerpo y luego para evitar el peso de la justicia huyó  a Portugal. El crimen tendría su repercusión, pero con el paso del tiempo quedó olvidado. Como el asesino siempre vuelve al lugar del crimen, el criado regresó a Madrid pensando que ya nadie le recordaba. Un día compró una cabeza de carnero para cocinarla (la tradición de la casquería viene de lejos en Lavapiés) guardándolo bajo su capote. Un alguacil observó que el  tipo iba dejando un reguero de sangre por donde pasaba, así que le interceptó y le pidió que le mostrara qué demonios llevaba oculto. El tipo abrió el siniestro paquete convencido que llevaba la cabeza del decapitado carnero, pero ¡Oh sorpresa!. lo que allí se descubrió era una cabeza, pero no la del ovino, sino la de su antiguo maestro. Como no podía ser de otra manera fue condenado a muerte. Cuentan que después de la ejecución la cabeza volvió a ser de carnero nuevamente, lista para ser guisada. 

 El decapitador quizás estuvo "alojado" en el sotano que nos ocupa y que acogía a la antigua Cárcel  de la Corona. Más por cercanía que otra cosa, porque el propósito inicial de esta prisión, ubicada en el sótano anteriormente descrito, era el de alojar a miembros del clero que habían cometido delitos civiles. Más tarde, las mazmorras también fueron utilizadas por la Inquisición. Se sabe que la cárcel  fue utilizada posteriormente por el Santo Oficio hasta que esta institución fue abolida a principios del siglo XIX. La estructura del sótano es de ladrillo y sílex, algo habitual a la de otros espacios subterráneos como la cripta que se halla por debajo del Congreso de los Diputados. Se accede a él por una estrecha escalera. El lugar es básico: Una galería abovedada da acceso a cinco mazmorras que, a su vez, están conectadas entre sí por pequeñas ventanas que permiten la comunicación y ventilación. El sótano conserva su aspecto original aunque se quitaron las puertas de madera y los grilletes atados a la pared que sujetaban a los prisioneros. Sin embargo aquí ocurrió un hecho trágico: En el año 1821, una turba furiosa, supuestamente progresista, atacó la prisión con el fin de linchar al sacerdote Matías Vinuesa, partidario del rey absolutista Fernando VII, siendo brutalmente asesinado a martillazos.  Con el reinado de Isabel II el inmueble quedó en desuso como prisión  y posteriormente fue cuadra, garaje y taberna hasta que en 2005 fue adquirido por el Ayuntamiento de Madrid  que tras una reforma en 2011 le dio el uso actual, muy lejano del original. Sin embargo el aspecto siniestro se recupera al bajar las escaleras y de alguna manera impregna el lugar de los terribles sucesos que aquí ocurrieron. 

Vista exterior del edificio donde se aloja la Cárcel de la Corona


La calle de la Cabeza donde se ubica la cárcel tiene asociada una curiosa leyenda



Vista del corredor principal

Vista del corredor desde otro ángulo

Una de las celdas

Ventanuco que comunica las celdas

Vista del corredor

vista panorámica

El aspecto subterráneo del lugar se puede apreciar en esta fotografía

Bajada a las celdas

Escalera del edificio, hoy centro de día de mayores

Patio del edificio.


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