Museo Reverte Coma (Madrid, España)


Llegué a la facultad de Medicina de la Complutense una fría mañana de finales de enero de 2018. Había pedido cita para visitar un museo que, ya de por sí, se me antojaba raro desde antes incluso de haberlo visitado y desde luego que esa premonición se cumplió con creces.
Al llegar, tras dar varias vueltas por el enorme edificio, anuncié mi cita y una especie de doctor con bata verde  me comentó que debía esperar a que llegara una persona determinada para realizar una visita guiada. Eso me produjo contrariedad, pues mi intención era la de observar a mi aire las piezas y hacer algunas fotografías.  Al momento llegó una joven con el mismo propósito a la que también se la hizo esperar.  Cuando ya empezaba a impacientarme; un señor, ya entrado en años, nos preguntó el motivo de nuestra espera. Le dijimos que habíamos pedido cita para visitar el museo y él, muy amable y sin más preámbulo, nos indicó una puerta próxima situada a la izquierda de un largo pasillo. Tímidamente, empujamos la puerta, que estaba abierta, y pudimos acceder con total libertad. Allí las perspectivas de un museo particularmente extraño y macabro se cumplían con creces pues todo un recibimiento por parte de momias, cráneos, fetos en formol  más otras curiosas y perturbadoras reliquias nos daban la bienvenida.
 Así que mientras la otra persona miraba ordenadamente la vitrinas, me dediqué a  registrar documentalmente la visita y de esta manera y  aproximadamente durante unos quince minutos pude tomar a placer las imágenes que acompañan este reportaje. He de confesar que ello no  hubiera sido posible realizar en una visita guiada, pues está prohibido tomar fotografías, algo que previamente ya había asimilado. Un poco escamado de la extraña suerte de poder deambular a mi antojo por este singular museo, un murmullo del pasillo exterior disipó de pronto esa idea. Un grupo de una docena de personas, todas jóvenes y comandado por una señora que parecía conocer todo aquello y que posteriormente deduje que se trataba de una profesora de medicina forense de la propia facultad, llegaba para comenzar  la visita guiada de la que un servidor también formaba parte. Así que nos unimos al grupo, teniendo que admitir que las explicaciones detalladas de la tal profesora fueron muy interesantes, pero a su vez muy prolijas, deteniéndose en pequeños aspectos de las piezas mostradas, más de lo que mi limitado tiempo me exigía. Tras un rato siguiendo al grupo, me disculpé y salí del museo, no sin antes, echar un último vistazo a las inquietantes momias que parecían despedirme con una macabra sonrisa. En el pasillo un inquietante cartel de famosos asesinos en serie completaba la macabra visita.
La impresión que me llevé fue muy grata (si ello puede denominarse así) y aunque la medicina forense no está entre las actividades que me gusten practicar en mi tiempo libre, en cambio me felicité de visitar museo tan extraño en mi propia ciudad y también el aprender  algunas de las técnicas que se utilizan para identificar patologías o causas de fallecimiento por el simple hecho de observar un simple hueso, algo muy útil para esclarecer crímenes y detener a quienes los cometieron. Esto es a grandes rasgos lo que pude observar aquel día:

Momificación natural de niña muerta por triquinosis


El Museo Reverte Coma de antropología Forense, Paleopatología y Criminalística que desde el año 1997, y en su honor, lleva el nombre del antropólogo, médico, investigador, y también catedrático de antropología y etnología, el  profesor José Manuel Reverte Coma (1922-2017) impulsor de este museo alojado en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Formado en los Estados Unidos por especialistas del FBI, Reverte Coma ha sido considerado una gran eminencia en el campo de la medicina forense y debido a su amplia experiencia en esta materia, contribuyó a esclarecer varios crímenes, alguno tan mediático como el del mesón del Lobo Feroz, donde los esqueletos de dos prostitutas aparecieron emparedadas en un local cercano al Palacio Real de Madrid, dictaminando en aquella ocasión que las mujeres habían muerto atravesadas por el filo de un cuchillo jamonero de 25 centímetros. ¡Uf!
En cuanto al museo, hay que señalar que alberga alrededor de 1500 piezas y una colección de unos 800 cráneos, pero es evidente que no todas ellas están expuestas, pues hay que decir que la instalación abierta al público es de tamaño más bien pequeño, aunque  no por ello deja de ser interesante lo que aquí se muestra. La colección se divide en cuatro secciones temáticas que a su vez, se subdividen en otras varias. De tal manera que cada vitrina ocuparía una sección en sí. Por ello y para no aburrir al sufrido lector que presumiblemente lea este artículo, describiré a grandes rasgos aquellas piezas que me llamaron la atención desde el punto de vista de un profano en la materia, el cual no pretende ir más allá de la curiosidad, que espero no sea malsana. Aunque para un visitante no versado en estos temas, la raya que separa el interés científico, de lo simplemente morboso que aquí puede confundirse, es por ello que este museo no es apto para todos los públicos. 
Según entras, hay dos zonas bien diferenciadas: A la derecha nos encontramos, encapsuladas en vitrinas, una interesante exposición de momias guanches y andinas, y también alguna egipcia. En el centro y hacia la izquierda se halla el resto de objetos, centrados en la medicina forense y otras curiosidades relativas al mundo de la criminología, la medicina forense, la paleopatología o la antropología.  
La colección de momias es sorprendente por su variedad y número teniendo en cuenta lo reducido del espacio disponible. Sin embargo es un número mínimo de las que dispone la Universidad Complutense de Madrid. En mayo de 2019, el Hospital de Villalba realizó un estudio radiológico de 30 momias, el mayor de este tipo hecho en España y Europa. El objetivo era realizar un estudio pormenorizado de éstas mediante Tomografía Axial Computarizada (TAC), para intentar comprender como vivían, de que se alimentaban, cuales eran sus patologías, etc. La razón por la que podemos observarlas aquí en Madrid hay que buscarla en la expedición del Pacífico (1862-1866) cuando el antropólogo Manuel Almagro y Vela (1834-1895) extrajo 37 momias del yacimiento de Chiu-Chiu en Bolivia (hoy Chile). Previamente la expedición había realizado una escala en las islas Canarias, donde también consiguió otras tres momias guanches. La más famosa de ellas, un varón de unos 35 a 40 años, encontrada en el Barranco de Herques, en el sur de Tenerife,  no se encuentra aquí y actualmente puede visitarse en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Mientras paseas entre las vitrinas,  parece que te sientes observado por ellas, tal vez porque a diferencia de las egipcias que suelen estar en su sarcófago en la posición típica que todos conocemos, estas mantienen la posición de fardo funerario propio de los pueblos andinos, permitiendo que puedan exhibirse "sentadas". Algunas presumen de una larga melena, lo que puede llevarnos a bromas sobre su aspecto. Pero tal vez es mejor no frivolizar acerca de su encogida posición y su grotesca apariencia  y tratarlas con el debido respeto, pues más allá de su carácter sagrado, anteriormente fueron seres humanos que quizás fueran ejecutados en terribles ceremonias. Se sabe ahora que los pueblos andinos celebraban sacrificios rituales en masa, muchas veces eran niños y en algunos casos se enterraban vivos. En todo caso, este tipo de momias, tanto en el caso de Sudamérica como las de las islas Canarias, son producto de una momificación no forzada. Es decir, producida por una desecación de los tejidos en un medio árido. Esas condiciones se dan en el desierto costero de Perú y Atacama en Chile, en el Antiplano andino y en algunos casos, también en las Islas Afortunadas. Pero, aunque este proceso no sea provocado; es decir, retirando las vísceras y tratando el cuerpo con ciertos productos para evitar la putrefacción como en el caso egipcio, no le quita mérito, pues los cuerpos eran abandonados premeditadamente  en ciertos sitios donde se se podía producir esta desecación natural. 
Por seguir con el tema de la incorrupción cadavérica, encontramos también una cabeza momificada de una mujer del antiguo Egipto, la cual falleció hace unos 3.500 años. Pertenecía  a una familia noble y tal vez por ello presentaba una enfermedad de la piel provocada por cosméticos destinados a blanquearla. En esta sección, una de las “piezas” más sobresalientes, es el cuerpo de una niña muerta por triquinosis. El cadáver proviene de un cementerio de Toledo donde, debido a la composición química del suelo, se daban las condiciones idóneas para evitar la previsible putrefacción de los que allí eran enterrados.
Destacan también unos fetos momificados; alguno de ellos tan pequeño que cabe en la palma de una mano. 
Llamativos, sin duda, son también los cráneos trepanados, de los que uno se imagina la manera poco sutil de realizar esos agujeros. La razón por la que se practicaban bien pudiera ser la medicinal, pues de esta manera se trataría de aliviar martilleantes  jaquecas prehistóricas o incluso desordenes mentales de todo tipo, y quizás aquí se pudiera entrever que estos orificios se practicaran para que por ellos escaparan los posibles espíritus malignos que atormentaban al desdichado que los tenía atrapados en la cabeza. A pesar de la terrible intervención, es curioso observar que alguno de sus antiguos propietarios sobrevivió a la misma. Esto se constata por el crecimiento de materia ósea alrededor del orificio practicado. Otros cráneos interesantes son los que eran deformados de manera intencionada, lo cual constituía una práctica habitual en ciertas zonas de Sudamérica. Eso ha dado lugar a erróneas interpretaciones pseudocientíficas pues algunos visionarios interpretaron, al observar su forma elongada, que pertenecían a extraterrestres.
Dejando a un lado las momias y los huesos, en el museo se exponen otros objetos, no menos interesantes. Sin duda uno de los  más  llamativos es el garrote vil, instrumento de tanta tradición en nuestro  país como lo es la guillotina para los franceses y en especial éste que  sirvió para ajusticiar al famoso asesino de la posguerra, Jose María Jarabo, en la cárcel de Carabanchel, en 1959 . Otros instrumentos de tortura que no nos atreveríamos a “testar”, por sus inquietantes y dolorosas connotaciones son el “aplasta cabezas” y el “quebranta rodillas”,  Supongo que alguno de vosotros ya habrá observado estos y otros artilugios que el ser humano ha inventado para atormentar a sus congéneres. 
En otra vitrina encontramos una serie de manualidades realizadas  por reclusos con los escasos medios disponibles. La “artesanía carcelaria” consta de pinchos, puñales, pistolas de cartón que “dan el pego” y esas caretas o muñecos que se dejan acostados en el catre de la celda con la intención de engañar al funcionario nocturno, haciéndole creer que duerme  mientras el recluso excava el túnel para escapar del trullo, tal como vimos en la película Fuga de Alcatraz. Vemos aquí una cabeza muy bien elaborada realizada a base de miga de pan y pelo humano.
La siguiente sección se ocupa de todo tipo de amuletos, objetos rituales como esas curiosas mantas raya que al momificarse presentan un aspecto siniestro. Tampoco podían faltar los famosos muñecos de vudú destinados a ser empleados en rituales de magia negra. 
La última sección se ocupa de todo tipo de plantas y animales venenosos, algo que ya casi no impresiona después de tanto objeto desasosegante como puedan ser cabezas decapitadas, momias con muecas siniestras, niños muertos, esqueletos con malformaciones, objetos de tortura, etc.
En definitiva, un tour no apropiado para determinadas sensibilidades pero muy interesante si uno está interesado en la medicina forense o en la criminología. En el terreno que nos ocupa, a nosotros que somos turistas excéntricos y curiosos (que no morbosos), tenemos la oportunidad de visitar un raro, pero también muy fascinante museo y una posibilidad de conocer y comprender más sobre nosotros mismos; de la vida a través de la muerte.
Aquí os dejo el link de la UCM para visitar el museo. ¡Espero que lo disfrutéis y tengáis sueños placidos!


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El Museo Reverte Coma de antropología Forense, Paleopatología y Criminalística se encuentra alojado en un pasillo de la segunda planta de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Plaza Ramón y Cajal s/n. La estación de metro es Ciudad Universitaria. La visita se realiza concertando cita previa a través de e-mail o llamando a los teléfonos 34 913 94 15 78 / 11 16 / 11 17



En el museo encontramos una notable colección de momias de procedencia andina y guanche.







Cabeza momificada de un reo ajusticiado

Cabeza momificada procedente del antiguo Egipto de  
                                una mujer cuya piel fue dañada por el uso de cosméticos tóxicos






Craneos trepanados
utensilios fabricados por los presos



El garrote vil con el que se ajustició al famoso criminal "Jarabo"


amuleto antropomorfo realizado con una sepia

Entrada al museo

Galería de criminales


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