Fronteras del olvido (Galegos - Portugal)

Una de las viviendas abandonadas, vista desde otra de ellas.
Hay que ponerse en el lugar de aquellos funcionarios que un día le dijeron que su trabajo dejaba de tener sentido y que además hubieron de abandonar sus casas y sus ilusiones para afrontar un futuro más bien incierto, empezando de cero de nuevo y todo porque en una lejana ciudad luxemburguesa decidieron un día cambiar unas reglas del juego que parecían inmutables. Muchos ganamos, pero algunos también perdieron.
La frontera de Galegos -Puerto Roque o, dicho de otra manera, Marvâo - Valencia de Alcántara, tenía un valor relativo según desde que lugar se cruzara. Si uno llegaba desde España, cual era mi caso, la única  infraestructura importante era el inevitable puesto aduanero (en el que te requisaban el radiocasette a la vuelta de Portugal si no lo habías declarado antes) pero al avanzar unos metros, entrando ya en el país, uno se encontraba de golpe con todo un poblado de ordenadas casas y un monumental puesto aduanero, del que luego hablaremos y que ganaba por goleada al homólogo español que habíamos dejado atrás, más convencional y con mucho menos glamour. Pasando la aduana, algo más adelante, a la derecha, se encontraba una especie de poblamiento residencial donde habitaban los funcionarios  y que constaba de 20 viviendas. Éstas eran de dos tipos: Las unifamiliares que estaban reservadas para  los jefes y sus familias y las de dos pisos que albergaban a los guardas fiscales, también en estancia familiar. Los bloques constaban de apartamentos de dos dormitorios, no muy grandes pero construidos a base de  aceptables materiales, inusuales para la clase trabajadora en aquella época: Parqué, mármol en el fregadero, etc. Completaban el poblado, una estación de pesaje de camiones, un polideportivo y una iglesia, que imagino aún seguirá abierta al culto, aunque por falta de fieles no debe abrirse en muchas ocasiones. También, para garantizar la seguridad, estaba el puesto de guardia de la GNR (Guardia Nacional Republicana, similar a nuestra Guardia Civil) y una estación emisora. La razón de la existencia de este barrio construido ex-profeso para alojar el funcionariado, era la inexistencia de una zona residencial de cierta importancia para dar cabida a estos trabajadores debido a que la localidad de cierta importancia más cercana era Portalegre, a unos 30 km de carreteras de curvas peligrosas para ir y venir con frecuencia. Interesaba por ello que los funcionarios habitaran lo más cerca posible de su puesto de trabajo.
 El edificio principal (donde los coches debían parar bajo el arco) y después rellenar la famosa "carta verde" para entrar en Portugal, era, y aun es, un edificio imponente, de alta calidad en su factura y diseño. Obra del arquitecto Cassiano Branco, se dividía en dos partes; una que albergaba los servicios de Aduana y de Guarda Fiscal (Ya se sabe: "¿Algo que declarar?) y otra en la que se encontraba el restaurante y los espacios reservados para el turismo con unos bonitos azulejos, fechados en 1972, obra de Manuel Lapa. Este edificio es el que ha permanecido más tiempo activo, acogiendo una oficina de turismo del Alentejo y un restaurante donde poder tomarse una bica o café espresso portugués, sin adentrarse muy lejos en el país vecino. Aquello, desgraciadamente, no tuvo mucho éxito:  Los coches, una vez abiertas las fronteras, pasaban de lejos como en "Bienvenido Mister Marshall" , buscando otros objetivos en el país vecino y finalmente el experimento terminó cerrando hacía el 2015. Hoy está completamente cerrado.
Habría que preguntarse acerca del sentido de la existencia de estas importantes infraestructuras, en una frontera, que en principio podría tacharse de secundaria. Para responder a esta pregunta, nos tenemos que trasladar al contexto de la posguerra, entendida como la posterior a la II Guerra Mundial. En esta época, España y Portugal eran dos países gobernados por dictadores, tal era el caso de Franco y Salazar. Ambos teóricamente eran aliados, pero no se debían fiar mucho uno del otro. Como es lógico suponer, el contrabando era una práctica común en ambos lados de la frontera y un medio de subsistencia bastante apetecible para todos los habitantes de la Raya. Los empobrecidos habitantes de la zona no podían desechar la oportunidad de beneficio de esta actividad ilícita que reponía de productos necesarios y para los cuales había carestía, sobre todo en tiempos de posguerra. Constituía un importante comercio clandestino de importación-exportación de bienes que se realizaba  obviamente, sin pagar ningún arancel. Los dos países ibéricos intentaron poner coto a este mercado negro mediante la Guardia Civil en España y de los  "guardinhas" de la GNR en Portugal. Los escurridizos contrabandistas cruzaban la frontera de noche, a través de la sierra por intrincados senderos cargados de grandes sacos, que a veces debían abandonar para no ser arrestados.  Por supuesto muchos de aquellos pagaron con la cárcel e incluso con su vida al intentar escapar. Por todo ello, interesaba controlar y fiscalizar este agujero económico. Para los portugueses era incluso más lesivo, pues el racionamiento que siguió a la Guerra Civil en España precisaba la importación de mercancías que no se encontraban en nuestro país y algunos artículos como el café eran muy apreciados en España que posteriormente se vendía en el mercado negro. El contrabando, por tanto, suponía el dejar de ingresar un importante monto,  que se traducía en la perdida de ganancias en cuestión arancelaria.
Era cuestión importante, entonces, el reforzar la raya entre los dos países. Por ello, la Dirección General de Aduanas portuguesa inició en 1954 un proyecto de ampliación de las instalaciones fronterizas.  Para darnos una idea de lo importante que era este proyecto, se contrató a uno de los mejores y más valorados arquitectos lusos en aquel momento, autor de importantes trabajos como el Teatro Eden de Lisboa o Portugal dos Pequenitos en Coimbra.  Efectivamente Cassiano Branco fue el encargado de diseñar  el edificio principal de la Aduana donde se puede intuir su estilo Português Suave, modernista con influencias típicamente portuguesas. Ésta fue uno de sus últimas obras en la que trabajó en conjunto con Carlos J. Chambers. El complejo construido durante los años 60, fue finalmente inaugurado en 1972, algo tarde, teniendo en cuenta que la actividad contrabandista ya no tenía la importancia de años previos. No obstante, el complejo aduanero constituía una  espectacular puerta de entrada al país vecino que se desvanecía al doblar la primera curva, en la que tras realizar los tramites aduaneros y montarnos de nuevo en el coche podíamos comprobar que la flamante y recta avenida arbolada por la que avanzábamos se transformaba tras la primera curva en una estrecha carretera que se adentraba en la realidad campesina del Alentejo
El principio del fin de la frontera de Galegos comenzó en 1986, año en el que España y Portugal firmaron su adhesión al entonces llamado Mercado Común Europeo. Eran éstos otros tiempos y aquel contrabando de posguerra dejaba de tener sentido y ya no constituía ningún perjuicio económico para los dos países. Comenzaba así una larga decadencia que se vio acentuado por los consiguientes tratados de Maastricht y sobre todo el de Schengen, en vigor desde 1995, en que los países firmantes se comprometen a la supresión de los controles fronterizos interiores de los países miembros.
Por lo tanto, todo este complejo aduanero perdió toda su razón de existencia y aquello que se construyó con la idea de permanecer en el tiempo quedó relegado a la más contundente irrelevancia  La mayoría de sus instalaciones fueron abandonadas; primero los puestos de vigilancia y edificios anexos y después las viviendas. En la oficina de turismo de la Aduana, ya no se paraba la gente y el restaurante donde tomar la primera cerveza portuguesa terminó cerrando también por falta de clientela.
¿Qué tenemos hoy? Ciertamente, no todo está abandonado. Incluso algunos de los edificios están siendo rehabilitados. La zona, de indudable belleza, también tiene un valor estratégico por su ubicación en la misma frontera. Actualmente  hay planes de rehabilitación  del edificio principal y toda la zona ha sido declarada como Conjunto Histórico Arquitectónico de Interés por la Cámara Municipal de Marvâo.
En las fotos del reportaje, he pretendido, a mi modesta manera arrancar de la decrepitud y el abandono la esencia de aquella época, como si sus antiguos habitantes aun
rondaran por sus estancias. Es un pequeño homenaje a un tiempo que ya no volverá, pero que de algún modo, aun permanece algo de su esencia.

Una de las viviendas abandonadas

Una caseta de control

La iglesia






Una de las cocinas

Las vistas son espectaculares


Escalera de acceso al piso superior





Algunas viviendas fueron abandonadas a finales del siglo pasado

Vino añejo de Oporto


El antiguo campo de futbol


El edificio principal es una de las últimas obras del reputado arquitecto portugués Cassiano Branco (1897-1970)


El antiguo puesto dela GNR se ubica junto a la carretera



La vegetación va conquistando el antiguo puesto fronterizo



Vista general del antiguo puesto de la GNR



El peligro de derrumbe acecha a esta zona

La antigua antena de telecomunicaciones 





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