Colecciones frikis: Botellas de gaseosa. (Madrid, España)



Hace algo más de dos años (en octubre de 2020) se celebró en el Centro Cultural Moda Shopping de Madrid una exposición algo bizarra que en su momento tuve la intención que apareciera por aquí como evento. Pero la falta de tiempo y la corta duración del evento en sí, impidieron que pudiera publicarlo entonces. Pero  la colección de botellas de gaseosas de Rafael Sánchez Barros merece la pena que sea contada aquí. Don Rafael es un carpintero jubilado del pueblo toledano de Calera y Chozas, que ha ido atesorando sifones y botellas de gaseosa a lo largo de su vida. Estas botellas, con sus característicos tapones de cerámica que cerraban a presión las botellas para que no perdieran el gas, son parte de la cultura popular española. En un tiempo en que no había en absoluto ninguna variedad de bebidas; en los bares de pueblo, al menos, uno podía  pedirse una gaseosa.  Para la fabricación de este refrigerio, no se necesita una compleja tecnología. Como invento, es algo simple: Agua carbonatada y azúcar. Al ser humano le deben gustar las burbujas que dan lugar al cosquilleo en la garganta y que proceden del ácido carbónico (H2 CO3). Sabemos que éste componente al ser inestable se descompone fácilmente dando lugar a agua y dióxido de carbono, el famoso CO2 que produce el efecto invernadero, de ahí que los gases producidos por estas bebidas unidos a las de las vacas de Nueva Zelanda y sus ventosidades den lugar al aumento del agujero de ozono.... Creo que me estoy desviando del tema. La gaseosa, al igual que la Coca-Cola (otra bebida carbonatada) tuvieron su origen en las farmacias en el que las primeras aguas carbonatadas se preparaban añadiendo bicarbonato de sodio a la limonada, ello produce una reacción química de efervescencia entre el bicarbonato de sodio y el ácido cítrico del limón. Un experimento que puede realizarse en casa (¿Viene de ahí lo de "los experimentos con gaseosa"?) Estos preparados en forma de polvos o sodas se vendían como remedios para diversas enfermedades y posteriormente comenzaron a dispensarse en establecimientos, balnearios y hoteles como sodas refrescantes.

Lo cierto es que algún empresario vio el negocio en todo aquello y entonces se dio paso a la producción industrial, añadiendo ácido carbónico y dióxido de carbono en tanques presurizados  que luego se distribuía en curiosas botellas a presión que en España llamábamos sifones. El envase mantenía la presión gracias al  el equilibrio entre el CO2 disuelto en el agua y el gas libre de la parte superior. Solía venir con una funda metálica como protección frente a una posible explosión. El sifón iba provisto de una válvula para su apertura, comunicando mediante un tubo vertical que desciende hasta el fondo con la salida exterior. El sifón aparte de servir para apagar incendios (Veánse películas costumbristas antiguas) se empleaba para añadir este agua carbonatada (soda, self,...) a ciertas bebidas alcohólicas como whisky, vermut o vino. Como vemos, el sifón tiene un diseño un tanto aparatoso. Así que el siguiente paso fue la típica botella de gaseosa con su característico tapón de cerámica. Un invento sencillo pero eficaz para conservar las propiedades de la bebida; es decir, el gas. Se popularizó tanto que era la bebida carbonatada más común durante toda una época en las mesas de toda España, en el que cada región, incluso cada pueblo, tenía su fábrica de gaseosas. Sólo en Madrid llegaron a existir 40 marcas de gaseosa.

La gaseosa, como bebida humilde que es, nunca ha tenido ese glamour que conservan otras bebidas (Uno diría que pruebas una y ya has probado todas...) Pero  Rafael Sánchez Barros nunca sintió esa desconsideración  y a parte de disfrutar de su consumo, lo que realmente siempre le ha atraído de este producto es el diseño de esas botellas  herederas del sifón: Realizadas en  cristal serigrafiado con diseños exclusivos de llamativos nombres alusivos a diversas zonas de España y por supuesto, su clásico tapón cerámico. Son objetos vintage de colección, algunos muy valiosos  y difíciles de encontrar. A Rafael le gustan tanto, que llegó a atesorar más de 60.000 botellas(!) aunque se ha ido desprendiendo de la mayor parte. Aún así, la colección de este amante del gas oscila alrededor de los 1000 ejemplares de los que gran parte de ellos pudo verse en la exposición. Aquí  estaban representadas en cajas de madera antiguas las bebidas de diferentes comunidades autónomas con muchas de las marcas que se fabricaban en España como La Gran Vía, Miret, El Águila, Unión Coruñesa, La Gremial, La Concepción, La Primorosa, La Pitusa, La Revoltosa o La Casera. Esta última ha pasado a designar esta bebida de un modo genérico. "Si no hay casera nos vamos" decía la publicidad. Se pueden contemplar interesantes objetos, como sifones decimonónicos, como vimos antecedentes de las gaseosas o una botella de la marca Masso y Verges de 1912, un "bouquet" elaborado en Reus y que conserva aún la bebida dentro. Y como hablábamos de publicidad, otra parte de esta muestra nos enseñaba una amplia selección de anuncios antiguos también muy interesantes, tanto por su colorido como por los diferentes mensajes que la publicidad de la época trataba de colocar sus productos en el mercado. 

Esperamos que podamos observar esta curiosa muestra de nuevo y que no acabe en un contenedor de vidrio, por muy ecológico que ello sea. Un museo de la cultura popular española, no estaría mal. Aquí lo contaremos. Eso espero.














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