Reptiles de leyenda

Cuenta la leyenda que en el Rio Sequillo (más seco que río) había un un gran cocodrilo que moraba en sus aguas y que atemorizaba a los vecinos de Medina de Rioseco en  Valladolid. Aunque en medio de la terrible estepa castellana se debe temer más a los gélidos inviernos que a estas bestias reptilianas tan alejadas de su medio natural, cuales son los pantanos tropicales, lo cierto es que nadie de aquellos paisanos se atrevía a cruzar el rio por miedo al horripilante saurio que amenazaba con tragarse de un solo bocado al incauto al que pillara desprevenido y que además arrasaba los cultivos de la villa, en la que tal vez el pobre bicho a falta de proteínas, había de alimentarse de rábanos. Sin embargo, en toda leyenda hay un héroe que soluciona estas papeletas y que acaba con el problema de una manera original. En este caso , un preso se prestó voluntario para acabar con el fiero reptil a cambio de recuperar su libertad. Para ello tuvo la ingeniosa de colocar unos espejos en los que al verse reflejada la bestia, ésta debió quedarse pasmada de su gran fealdad y aprovechando aquella duda existencial cocodriliana, este emulador de San Jorge aprovechó para asestar un certero lanzazo que acabó de una vez por todas con aquel fastidio. 

Este tipo de leyenda trata de justificar de alguna manera la curiosa existencia de una curtida piel de caimán colgada en la pared de una iglesia tan castellana como la de Santa María de Medina de Rioseco  La realidad, por supuesto es más prosaica, pues se trata de un tal Manuel Milán, un paisano de Medina del siglo XVIII, que tras hacer fortuna en América (Llegó a ser alcalde de Puebla, México) regresó a su tierra y de recuerdo se trajo la piel. Esta terminó siendo donada por su sobrino al municipio y desde entonces luce en el templo. Con el tiempo, el animal ha llegado a ser emblema del lugar, de tal manera que una réplica realizada en Filipinas del mismo realizada para la exposición de Las Edades del Hombre en 2011 puede aún verse colgada en la calle principal del pueblo. El caimán se ha convertido con el tiempo en un gran reclamo turístico que puede verse representado en toda clase de parafernalia turística: Llaveros, imanes, dedales... y sobre todo unos caramelos con forma cocodriliana que un reconocido establecimiento del pueblo ha lanzado con gran éxito.

 


Un caso similar podemos observar en Valencia donde encontramos este otro ejemplar de cocodrilo americano  (Crocodylus acutus). Es un macho de 2,8 metros de longitud perfectamente embalsamado y que parece pasearse por la pared de la antesala de la iglesia del Real Seminario del Corpus Christi, más conocido por los valencianos como El Colegio del Patriarca y es por ello que ha venido siendo denominado popularmente como "El Dragón del Patriarca". Es de fama memorable en Valencia donde dio lugar a un relato con el mismo título de Vicente Blasco Ibáñez.  Su utilidad más grande ha sido la de conseguir que los niños guarden silencio en la iglesia con la amenaza muy real de "si parleu a la pancha vidreu" que no tengo muy claro su significado, pero suponiendo que el reptil está en la antesala del templo, allí mandarían al niño revoltoso para que le hiciera compañía. No hace falta decir que era motivo suficiente para que guardara silencio sepulcral hasta finalizar la ceremonia. Éste es uno de los dos cocodrilos que el Virrey de Perú, Gaspar Zúñiga y Acevedo (1560-1606) regaló al Arzobispo de Valencia Juan Ribera (1532-1611) y que fue llamado "Lepanto"  aquí está expuesto, nada menos que desde 1606 cuando murió y fue embalsamado. El otro ejemplar, la hembra, estuvo expuesto en el Monasterio del Puig pero fue victima de la Guerra Civil, en donde se perdió en uno de esos incendios de iglesias que curiosamente solían acontecer por esta época.

 

"El dragón del Patriarca"

Uno podría pensar que son casos aislados pero lo de exponer pieles de cocodrilos en el interior de los templos parece ser que era una costumbre de la época: La catedral de Sevilla, la Colegiata de Berlanga de Duero (Soria), la ermita de Sonsoles (Ávila), el santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta (Córdoba), la iglesia de Santiago de la Puebla (Salamanca), San Ginés en Madrid  o el ya citado Monasterio del Puig en Valencia son ejemplos de lugares que conservan o han conservado pieles de cocodrilos o caimanes. Se nos ha dicho que la razón de tal costumbre es una especie de exvoto u ofrenda tras la consecución de un milagro o gran hazaña realizada en nombre de la Iglesia Católica. Hay que tener en cuenta que estos  animales, como otros reptiles (véase por ejemplo la serpiente) eran una especie de bicho diabólico, representación del mal en la iconografía clásica.  Aquellos exóticos y enormes cocodrilos debieran parecer un terrorífico monstruo para aquellas gentes, un símbolo demoníaco, que era necesario doblegar no sólo por la fuerza, sino también por la fe. Y esa hazaña era necesario que se mostrara a  los fieles como una muestra del poder de Dios o del poder divino delegado a los hombres. Al ser las iglesias los centros de reunión de los feligreses, era allí donde eran expuestos para que pudieran ser observados por todos. Su origen verdadero era olvidado en muchos casos y sólo quedaba la leyenda, el acto heroico de un caballero que era aderezado para hacer más atractiva la historia que todos daban por cierta. Ya en tiempos más recientes, cuando la gente se volvió más incrédula, queda el recuerdo un tanto absurdo de observar estos animales tan ajenos a nuestro ecosistema en el interior de nuestras iglesias y al menos, en el caso de Valencia,  sirvió y puede que aun sirva  para que los niños traviesos esten tranquilos durante la misa.


Comentarios

Entradas populares